domingo, 17 de agosto de 2014

Visita Pipil al Montseny de Cataluña


Diego Cuaujti, al momento de ofrecer
el mijtutilis.
Parece que los dioses han despertado con buenos ánimos, después de algunas semanas con lluvias, precisamente hoy hace un clima estupendo.
El  sol radiante hace resaltar el celeste profundo del cielo, completamente despejado nos invita  a visitar el Montseny,  el macizo que se planta majestuoso  sobre el valle.


Son las diez de la mañana y como habíamos acordado, yo estoy en la estación de tren de Sant Celoni, un pueblo muy cercano al Montseny, espero a los cómplices de esta aventura.
Al poco tiempo un joven moreno se baja de un carro, sin duda es compatriota, se trata de Diego Cuaujti, recién ha venido a Catalunya a pasar unos días y con muchas ganas de compartir una tradición de nuestros ancestros: Mijtutilis, la danza a la naturaleza, a la Madre Tierra.
Sin mucho esperar comenzamos el viaje, somos unas veinte personas que con ansias queremos ser partícipes de esta experiencia.


Recorremos unos cuantos kilómetros en carro hasta llegar a nuestro destino: Santa Fe del Montseny.  Un paraje a las faldas de la montaña que como no podría ser de otro modo, está coloreado de verde por todos lados.
Comenzamos una pequeña caminata, momento que aprovecho para preguntar y aprender sobre nuestra cultura ancestral, Cuaujti se encarga de explicarme cada detalle y de ponerme al día del trabajo que se está haciendo en el terruño para rescatar estas tradiciones.


Llegamos al sitio elegido para la danza, un pequeño claro en medio de la vegetación que se encuentra bañado por un pantano que con sus aguas adorna a la perfección el lugar.
Cuaujti, se ha puesto ya su traje de fiesta, colorido como debe ser;  al verle, una sensación de orgullo recorre los sentidos y más cuando en su traje resalta la figura del jaguar, símbolo de los guerreros.  


El danzante está muy concentrado, después de hacer una reverencia al cielo y a la tierra comienza a ofrecer su danza, su ofrenda.
Parece una danza que exige mucha fortaleza física, pero Cuaujti parece recibirla de la Madre Tierra a través de sus pies descalzos. Los presentes observamos cada baile, hasta que se llega el momento de vivir junto con Cuaujti una ofrenda de danza a la naturaleza.


El tiempo de la danza concluye y en seguida  formamos un círculo en el que cada uno de los presentes expresamos  lo  vivido durante mijtutilis. No faltaron los agradecimientos a Cuaujti por compartir nuestra cultura, la paz y conciencia de nuestros ancestros.


Momento del tajtakuikal, cantos en lengua nahuatl.
Los cantos en náhuatl (tajtakuikal) vinieron después, en medio de la naturaleza con el  verde rodeándonos y una suave brisa acariciándonos, cada canto penetra los sentidos,  haciendo sentir mucha tranquilidad y al escuchar aquel lenguaje milenario no se puede evitar viajar en el tiempo y pensar de dónde venimos.


Sin embargo, las horas han pasado, es momento de volver a la cotidianidad, comenzamos el regreso dejando atrás aquel maravilloso rincón que nos ha acogido y ha recibido nuestra ofrenda.
Es hora de volver a casa, no sin antes agradecer  a la vida por semejante experiencia, por reencontrarme con mis raíces aún en tierras lejanas.