Diego Cuaujti, al momento de ofrecer el mijtutilis. |
Parece que los dioses han
despertado con buenos ánimos, después de algunas semanas con lluvias,
precisamente hoy hace un clima estupendo.
El sol radiante hace resaltar el celeste profundo
del cielo, completamente despejado nos invita a visitar el Montseny, el macizo que se planta majestuoso sobre el valle.
Son las diez de la mañana y como
habíamos acordado, yo estoy en la estación de tren de Sant Celoni, un pueblo muy cercano al Montseny, espero a los cómplices
de esta aventura.
Al poco tiempo un joven moreno
se baja de un carro, sin duda es compatriota, se trata de Diego Cuaujti, recién
ha venido a Catalunya a pasar unos días y con muchas ganas de compartir una
tradición de nuestros ancestros: Mijtutilis, la danza a la naturaleza, a la Madre
Tierra.
Sin mucho esperar comenzamos el
viaje, somos unas veinte personas que con ansias queremos ser partícipes de esta
experiencia.
Recorremos unos cuantos
kilómetros en carro hasta llegar a nuestro destino: Santa Fe del Montseny. Un paraje a las faldas de la montaña que como
no podría ser de otro modo, está coloreado de verde por todos lados.
Comenzamos una pequeña caminata,
momento que aprovecho para preguntar y aprender sobre nuestra cultura
ancestral, Cuaujti se encarga de explicarme cada detalle y de ponerme al día
del trabajo que se está haciendo en el terruño para rescatar estas tradiciones.
Llegamos al sitio elegido para
la danza, un pequeño claro en medio de la vegetación que se encuentra bañado
por un pantano que con sus aguas adorna a la perfección el lugar.
Cuaujti, se ha puesto ya su
traje de fiesta, colorido como debe ser; al verle, una sensación de orgullo recorre los
sentidos y más cuando en su traje resalta la figura del jaguar, símbolo de los
guerreros.
El danzante está muy
concentrado, después de hacer una reverencia al cielo y a la tierra comienza a
ofrecer su danza, su ofrenda.
Parece una danza que exige mucha
fortaleza física, pero Cuaujti parece recibirla de la Madre Tierra a través de
sus pies descalzos. Los presentes observamos cada baile, hasta que se llega el
momento de vivir junto con Cuaujti una ofrenda de danza a la naturaleza.
El tiempo de la danza concluye y
en seguida formamos un círculo en el que
cada uno de los presentes expresamos lo vivido
durante mijtutilis. No faltaron los agradecimientos a Cuaujti por compartir nuestra cultura, la paz y conciencia de nuestros ancestros.
Momento del tajtakuikal, cantos en lengua nahuatl. |
Los cantos en náhuatl (tajtakuikal)
vinieron después, en medio de la naturaleza con el verde rodeándonos y una suave brisa acariciándonos,
cada canto penetra los sentidos, haciendo
sentir mucha tranquilidad y al escuchar aquel lenguaje milenario no se puede
evitar viajar en el tiempo y pensar de dónde venimos.
Sin embargo, las horas han
pasado, es momento de volver a la cotidianidad, comenzamos el regreso dejando
atrás aquel maravilloso rincón que nos ha acogido y ha recibido nuestra
ofrenda.
Es hora de volver a casa, no sin
antes agradecer a la vida por semejante
experiencia, por reencontrarme con mis raíces aún en tierras lejanas.